Story | 10 Nov, 2021

“Sé que mi trabajo es bueno para toda mi comunidad, entre más sembramos, más mariscos vamos a tener”

Estas son las palabras ee Sandra Marlene Reinosa, una de las 43 mujeres que trabajan por la restauración de los bosques de manglar en el sitio RAMSAR Barra de Santiago.

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“Con el grupo de muchachas nos divertimos, me siento satisfecha con el trabajo que hago y lo que gano me ayuda para muchas cosas, para vitaminas y el estudio de mis dos hijos”, Sandra Marlene Reinosa.

Photo: Evelyn Vargas / UICN

Sandra Marlene Reinosa originaria de Barra de Santiago tiene 30 años y forma parte de un grupo de casi 85 personas, empleadas temporalmente, bajo un proyecto de restauración de manglares que tiene como meta recuperar 3 hectáreas de este bosque salado.

La iniciativa de restauración la ejecuta la Asociación de Desarrollo Comunal de Mujeres de la Barra de Santiago (AMBAS), con el apoyo del Programa de Pequeñas Donaciones del Proyecto Regional de Biodiversidad Costera, en la modalidad de manejo del paisaje.

Para alcanzar la meta de restauración, pobladores locales, como Sandra, se dedican a la remoción de vegetación invasora, llamada “costilla del diablo”, restablecimiento del flujo hídrico, desazolve de canales, al igual que el trasplante y siembra de 4 especies de mangle: rojo, negro, blanco y botoncillo. Además, generan un vivero de 10 mil plantas.

“Esto lo estamos haciendo porque es de beneficio para todos nosotros, para tener madera, leña, camarón, pescado, cangrejo, para que se produzca todo eso. Es bueno sembrar porque muchos árboles se están secando y se siente muy caliente”, así describe Sandra la importancia de su trabajo para la comunidad.

Para Luis Quintanilla, biólogo, técnico de proyectos de AMBAS, el valor de un ecosistema de manglar saludable es claro. Indica que, según datos del Ministerio de Medio Ambiente y Recursos Naturales de El Salvador, una hectárea de manglar restaurada genera alrededor de 18 mil dólares al año, por concepto de servicios ecosistémicos (captación de dióxido de carbono, oxígeno, pesca, alimentación, madera, entre otros).

Involucrar a las comunidades en los proyectos de conservación de la naturaleza no solo representa la posibilidad de generar empleos temporales, si no la oportunidad de generar conciencia ambiental y la apropiación sobre su territorio y su protección, agrega.

“Yo traigo desde pequeña cuidar los animales y sembrar. Desde que tengo 20 años trabajo en esto. Tengo dos hijos, uno de 6 y una de 11, y ahora, con mi ejemplo, les digo que no solo se dediquen a explotar, que cuando corten un árbol, siembren otro. Mi esposo se dedica a la pesca del mar, pesca curvina, macarela, pargo, y él me apoya, sabe que entre más sembramos más producción de mariscos puede haber”.

“Yo soy feliz aquí, no veo mi vida en otro lugar. Mi diversión es salir en las tardes a ver el atardecer y jugar con mis hijos en la playa, a eso me dedico, después de mi trabajo”.

Biodiversidad Costera es una iniciativa liderada por la UICN, en consorcio con Goal y cincos socios locales, que se ejecuta en tres sitios de alta biodiversidad de Centroamérica, con el apoyo de USAID.

El Proyecto Regional de Biodiversidad Costera de USAID apoya a organizaciones comunitarias para que puedan desarrollar proyectos de biocomercio y manejo del paisaje en zonas marino-costeras, mediante un Programa de Pequeñas Donaciones.

En el litoral Pacífico de El Salvador, la Asociación de Desarrollo Comunal de Mujeres de la Barra de Santiago restaura 3 hectáreas, gracias a este fondo.