Story | 09 Jul, 2020

La pandemia entre un conflicto en la agricultura familiar y la agroecología: el caso peruano

CEESP News: by Nancy Pierina Benites Alfaro*

La vigente crisis sanitaria conlleva a repensar los sistemas de producción local, así como sus beneficios o daños al ecosistema y sus sociedades. En los últimos años, por ejemplo, ha surgido fuertemente el concepto de agricultura familiar para denominar al 70% de aquellos proveedores de alimentos a nivel mundial. Las definiciones de la agricultura familiar tienen diferencias entre países y FAO recomienda que en base a dichas definiciones se puedan generar estrategias específicas de trabajo.

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Photo: CLACSO (Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales), 2020

Photo: How Latin American local markets are working, during COVID. By CLACSO (Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales)

Sin embargo, en países con grupos humanos y con ecosistemas tan heterogéneos como en el Perú, estas definiciones pueden conllevar un alto riesgo de generalizar políticas que perjudican la aplicación de tecnologías tradicionales, lo que históricamente ha decantado en la pérdida de saberes ancestrales íntimamente asociados al cuidado del sistema inmunológico de sus poblaciones. Dicha situación es relevante, porque se trata de un país donde las enfermedades respiratorias son la principal causa de mortalidad, lo que evidentemente se verá agravado por el coronavirus.

El Plan Nacional de Agricultura Familiar 2019-2020, aprobado en noviembre del 2019, refiere que la agricultura familiar depende de dos variables: el tamaño de la Unidad Agropecuaria familiar (UA) y el nivel tecnológico de la Unidad Agropecuaria familiar. Se cita textualmente que la tecnología es medida por la presencia de riego y el uso de semillas certificadas, es decir, se prioriza la dotación de capital en infraestructura gris y el uso de semilla híbrida, criterios completamente disociados al manejo de una agricultura tradicional basada en la diversidad biológica en agroecosistemas y la conservación de semillas in situ.

Si bien los sistemas de producción agroecológicos, íntimamente asociados a las tecnologías tradicionales, son fomentados en dicho Plan, estos han recibido un duro golpe con del Decreto Supremo 002-2020-MINAGRI, aprobado el presente año 2020. Dicho decreto estipula que la agricultura ecológica y orgánica son sinónimos y se exigen el mismo nivel de trámites y costos de inspección, a pesar de la gran diferencia en las dimensiones de la agricultura orgánica y la agricultura ecológica. Esta última, más alineada a los productores con superficies inferiores a un cuarto de hectárea y con bajo nivel de inversión.

A la fecha no existe una demarcación que defina la protección de espacios de diversidad agrícola a nivel nacional, a pesar de que Perú es centro de origen de diversos cultivos y crianzas. Si bien se ha creado la figura de zonas de agrobiodiversidad, su gestión requiere de una serie de trámites burocráticos que no garantizan el cambio hacia sistemas productivos intensivos promovidos por el Estado, pues se trata de terrenos privados sin estímulo para su conservación.

Si bien se podría decir que existe una relación entre agricultura familiar y agroecología, ésta no queda clara en las políticas agrarias peruanas; peor aún si se pretende generar una agricultura familiar orientada a sistemas productivos convencionales o (en el mejor de los casos) orgánicos donde existe una alta dependencia de insumos externos, que no se podrán adquirir fácilmente dado el estado de emergencia y el incremento de precios a los mismos (abonos y fertilizantes), en particular porque a la fecha existen cultivos transitorios actualmente instalados en campo.

La falta de capacidades de almacenamiento y transporte también conllevan a pensar en sistemas locales de transformación, en particular la papa.

Esta situación, no obstante, permite reflexionar sobre las estrategias agrarias a seguir en base al uso de insumos locales, minimización de costos y fortalecimiento de los circuitos cortos de comercialización. Todo ello promovido a través de la agroecología.

* Becaria de la primera cohorte del Programa de Investigación y Formación en Agroecología (CLACSO – Fundación Mcknight).